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Andrea Cruz

Bienquererse

Bienquererse no figura en los diccionarios. ¿Será porque sus acepciones son contrasistema? Después de todo, el poder jamás nos allanará el camino. Amar(se) —dicen los expertos— es una ecuación que da como resultado paz para el corazón. Supone tener compasión por nosotros mismos, sabernos humanos, imperfectos, merecedores de perdón. Y, por lo tanto, obliga a mirarnos como parte de un todo. Enfrenta, cara a cara, a la sociedad de la meritocracia y el individualismo. Nos libera. Por eso nombrarlo —y, por consiguiente, vivirlo— es un acto revolucionario. 

Pero, ¿cómo bienquererse? Por más que existan manuales, no hay una sola ruta. Andrea decide mostrarlo con escenas que nacen de lo íntimo: detenerse y sonreír por lo cotidiano, como el olor del pan. O quizás asombrarse al descubrir que las hormigas han burlado nuestra vigilancia y construido un hogar en la cocina. Nos invita a aceptar nuestros miedos y esas veces en que quedamos suspendidos por la muerte y dejamos pasar alguna oportunidad. Nos recuerda que bienquererse, en ocasiones, requiere ser feroces: para huir del incendio, para enfrentarnos incluso a quienes amamos —y nos aman—.

Las letras de Andrea, una vez más, insisten en el verdadero núcleo de la vida: la palabra. Solo podemos cuidarnos cuando somos conscientes, cuando tenemos la habilidad de construir(nos) a través de nombrar. Bienquererse es una palabra que sangra, que se mueve para intervenir. Una palabra que existe en el diccionario de los sensibles.


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